YUYAY es una serie de esculturas del artista Morales Leiva, un proyecto iniciado en 2024 y en desarrollo, que explora la memoria y el refugio a través de acciones performativas. En quechua, “Yuyay” significa “pensar, recordar, meditar”; estas palabras no solo evocan conceptos, sino acciones concretas. El quechua es un lenguaje performativo, donde las palabras implican acción. En YUYAY, la acción de torcer papel se convierte en una meditación física, un proceso de recordar a través del cuerpo y la materia.

 

Inspiradas en los antiguos quipus incas, que usaban cuerdas y nudos para registrar datos y ejercer control, las esculturas de YUYAY funcionan como un archivo alternativo. Mientras los quipus formalizaban la memoria para fines administrativos, YUYAY recopila memorias cotidianas, fragmentos personales que escapan al control oficial. Es un archivo de experiencias no significativas para el control del estado, que al ser reunidas crean una narrativa de identidad compartida, tanto personal como colectiva.

 

Cada pieza se presenta como una pequeña casa de madera, un símbolo de refugio que remite a la idea del “último refugio posible”, inspirada en la novela ecuatoriana Huasipungo, de Jorge Icaza, 1934. En esta obra, el refugio es un espacio precario donde los cuerpos agotados buscan descanso. De manera similar, YUYAY se concibe como un lugar de acogida para materiales simples, pero vitales para la subjetividad y la memoria colectiva.

 

Las esculturas se componen de tiras de papel retorcidas manualmente, teñidas con pigmentos naturales en polvo. El acto de torcer, realizado por el artista, es un gesto meditativo y repetitivo que da forma a los recuerdos, infundiéndoles una presencia material. El proceso de torsión no solo transforma el papel en cuerda, sino que también activa el recuerdo, tanto para el artista en el acto de creación como para el espectador que se encuentra con la obra.

 

Al recorrer estas esculturas, el espectador es invitado a explorar sus texturas y colores, enfrentándose a estímulos táctiles y visuales. La experiencia sensorial de ver y tocar las tiras de papel retorcidas, teñidas y colgantes, permite al espectador conectar con sus propias memorias. Las casas y sus cuerdas se convierten en activadores de historias, un refugio para experiencias compartidas, frágiles y pasajeros mundos comunes.

 

YUYAY no busca registrar datos precisos ni controlar información; en su lugar, se presenta como un archivo vivo de memorias íntimas y cotidianas. A través del acto de torcer y la idea de refugiar, Morales Leiva propone una meditación escultórica sobre cómo los recuerdos, aparentemente insignificantes, tejen una narrativa colectiva que desafía los archivos oficiales. Es un espacio donde lo personal y lo colectivo convergen, invitando al espectador a recordar y a encontrarse a sí mismo en el acto de meditar y recorrer la obra.